Frases Aleatorias

El canto del lirio

     La bardo Liliana escribe apresuradamente en una taberna para después derrumbarse... alguien que antes le falló, escucha ahora su dolor y responde a él. Procedente de la postpartida de uno de mis roles en vivo, esta escena es una de las cosas que creo que me han quedado más bonitas nunca :) ¡Música incluida!
     ¿Alguna vez os ha hablado un dios, pero no habéis entendido qué os quería decir hasta el final?


    El inicio es necesario para dar un contexto, y una evolución, a los sentimientos del personaje. Intento en la manera que tiene de escribir, que se vea que está escribiendo un poco lo que se le pasa por la cabeza, deprisa, sin trabajarlo; porque no quiere hacerlo :) 
    Al final; la idea es hacer click en el vídeo, comenzar a leer al tiempo que la música, y leer cada escena al tiempo que suena cada verso. He procurado que cuadren en duración. Cada verso de la canción tiene una palabra clave que desencadena cada imagen correspondiente...
  Gracias, Encrucijada Rol En Vivo, por darme alas a crear un personaje así, y a hacerme sentir una escena como esta aunque fuera en mi casita :)



“Liliana. Viene de lirio. No parece muy complicado, ¿verdad? Li-lia-na. Lili, ana. Tengo un anillo con forma de lirio, se lo enseño a la gente cuando me preguntan mi nombre. Pues durante el día que pasé en Riverhood me han llamado de todo menos Liliana. Que si Lilyan, que si Lyrian, ¡que me han llegado a llamar Liviana! Yo no lo entiendo”
Liliana rió en silencio para sí, aunque sonreía con tristeza.
“El pueblo de Riverhood… no fue como me esperaba. Mi estrategia fue la de siempre, hacerme la loca y la tonta; la gente adora los bardos clichés. Pero esta vez no surtía efecto. Al principio pensaba que, simplemente, el lugar era un coñazo y sus habitantes, unos muermos: la gente no hacía caso de las actuaciones, apenas hablaban entre sí, pocos salían de sus gremios. Ahora entiendo que cuando hay miedo, hay poco espacio para el ocio. Lo entiendo mucho mejor que nunca”
Al escribirlo sintió un escalofrío recorrer su espalda… y un frío nudo de culpabilidad en el estómago. Tragó saliva.
 “Riverhood tenía una Necrópolis cerca de allí, y los muertos vivientes siempre habían dado problemas… hasta que, no sé muy bien por qué razón, se firmó una tregua. ¡Con los muertos vivientes! El alcalde debía estar conspirando con poderes oscuros o algo, no tengo ni idea. El caso es que pululaban por los alrededores de la ciudad, e incluso en ella, y nadie podía echarles ni atacarles por ley. Y se veía que no venían con buenas intenciones. No mola nada que nadie te mire, se relama y te sonría maníacamente con una cara a la que le faltan trozos de carne. Creedme”
“La gente, en general, estaba arisca. Unos armeros que no me cayeron nada bien empezaron a decir que me largara del puesto enseguida, amenazando con llamar a la guardia diciendo que les había robado, ¡sin haberlo hecho todavía! Así que cuando vi más tarde que se encaraban a una criaturita pequeñita y mona, pues me puse inmediatamente de parte de tal criaturita. Y porque era pequeñita y mona, también. No sabía que la mediana iba a ser tan dulce y adorable. No sabía entonces lo bien que iba a llevarme inmediatamente con Rilka”
Dejó de escribir. Una gota de tinta cayó de su pluma indecisa sobre el pergamino. Le llevó unos segundos y otro trago más volver a mojar la pluma en el tintero y continuar escribiendo.
“Ella me llevó con la gente del Templo. Realmente eran un grupo de gente entre los cuales sólo había un clérigo; pero se habían propuesto levantar un nuevo templo a Mystra, dios de la magia, allí en Riverhood. Eran bastante gente, pero tengo un vivo recuerdo de los que acabaron siendo importantes para mí. Theras Greywater, el clérigo; amable y gentil, protector para con los suyos. Alessandros, otro bardo, muy amable y dulce, aunque más tímido que yo. Rilka, alegre y llena de energía, la mediana con quien inmediatamente encajé. Tenían también a su cargo a una niña pequeña, Anna, que fue mucho más versátil y avispada de lo que cabía esperar. Fisgando, fisgando, me enteré de que querían consagrar una zona para que los muertos vivientes no pudieran entrar”
“Eso empezó a gustarme. No me hacía ni gracia que los muertos vivientes estuvieran tan cerca, ¡y campando a sus anchas! ¡Que esa gente come a gente como yo! Y los guardias no podían mantenerlos a raya por ley. La ciudad estaba en tensión continua. Me interesaba que consiguieran un pedacito de suelo sagrado, así que empecé a ir con ellos, aunque sin mojarme demasiado. No sabía tampoco si podían tener intenciones ocultas. Que me han escaldado otras veces…”
“Con Rilka recuerdo que estaba cuando se desató un conflicto con los muertos vivientes. Algo de que habían raptado a una chica. De esperar. Para el lío íbamos… cuando vi una caja en el suelo. ¡Bingo! Mi interés por el altercado se disolvió en el aire mientras la cogía con “disimulo” (más bien con bastante cara) y me la llevé de vuelta a la ciudad. La, la, laaa, nadie ha visto nada…  Anna estaba conmigo cuando la abrí… Premiooo: un buen puñado de monedas de plata, dos paquetitos de sal (¡material vendible para alquimistas!) y la guinda del pastel: un ritual. Hacía mucho tiempo que no echaba los ojos en un ritual, pero no me costó nada entenderlo. Eh, eh ¡que nadie se sorprenda! ¡Sigo a Oghma, dios de los bardos y del conocimiento! ¡Tengo estudios! Aluciné al darme cuenta de que era un ritual de purificación, justo lo que los del templo necesitaban… y me encontré en la tesitura de tener que juzgar si debía dárselo o no”
“Mi decisión fue ser cauta por el momento. La impulsividad me ha jugado malas pasadas otras veces. Pedí a Anna que me guardase el secreto (¡cosa que, sorprendentemente, acabó haciendo!) tras asegurarle que seguro que luego se lo enseñaría a los suyos, pronto, pero aún no (pobrecilla, me creyó …). Y tras cogerlo todo, le pedí que me ayudase a buscar piedrecitas para poner en la caja. Así la niña se sentía útil. Si alguien aparecía buscándola y me veía obligada a dársela, que algo se moviera dentro y yo me quedase con el contenido, pensé. Dejé dentro también alguna moneda para que tintinease. Y pensar en la carita de ilusión de Anna…”
Liliana sonreía al recordarlo, pero la sonrisa se le empezó a desdibujar y suspiró. Dejó la pluma sobre la mesa y trenzó las manos tras la nuca para alzar la vista. Ruido, risas, música; pero no penetraban en ella. Invadida por sentimientos de derrota, culpabilidad, inutilidad; sensaciones a las que no estaba acostumbrada; se sentía una extraña para sí misma… No quería seguir haciendo aquello. No quería rememorar lo que había ocurrido.
Pero tampoco quería olvidar. No podía permitirse olvidar. Debía apuntar en su diario lo que había ocurrido, para que cuando estuviera preparada, poder componer una canción al respecto. Hizo una seña al tabernero hacia su jarra vacía.
-          ¿Cómo va?- preguntó el hombre que le había prestado la pluma y la tinta.
-          Mal- dijo escuetamente.
El hombre le hizo una seña de ánimo mientras le rellenaba la bebida. Sí, seguir escribiendo era lo mínimo que podía hacer… Sin pararse a pensar, ni a llorar. Rápido, indoloro, tan sólo anotando lo primero que se le pasara por la cabeza; sin florituras, sin rimas, sólo como recordatorio de todo para el futuro. Entonces podría dejar de pensar en ello… al menos, hasta que dejara de doler tanto.
“Pronto los del templo me contaron que necesitaban el ritual, y más importante, para qué pensaban usarlo. Al parecer, sus intenciones eran buenas; nada de encerrar a nadie, ni de prohibir el paso a nadie si lo necesitaban… así que decidí tomar partido. Les proporcioné el ritual; eso sí, con la condición de que yo iba a lanzar el ritual con él: no sabía muy bien qué iba a ocurrir, era mi decisión y por tanto tenía que formar parte de ello, y acarrear con sus consecuencias. Me parecía lo justo. Los otros parecían algo reacios a que una bardo lanzase un ritual, pero sinceramente, creo que dibujé los símbolos mucho mejor que el clérigo. Salió a la primera”
“Y a partir de ahí, mi lealtad permaneció para con ellos: les di dinero para los recursos que les hicieron falta para el templo, para que pudiesen comprar comida… a mí el dinero me da igual, realmente. Nos hicimos un grupo bastante unido rápidamente, y pronto confiaron en mí para contarme otra importante misión: había un bastón dividido en cinco partes (cada parte con un poder extraordinario) que no debía unirse porque sería desatar un poder enorme. Algunas partes ya las tenían, otras faltaban. Me propuse ayudarles en su tarea”
“Rilka me preguntó por qué les había revelado el ritual. Podría haberlo vendido al mejor postor, al enemigo, o no habérselo dado a nadie… Le expliqué que para mí, la última opción era impensable. Soy sierva de Oghma, le dije. Debo buscar el conocimiento, y debo compartirlo con quien lo necesite. De los que lo necesitáis, bueno, prefiero que lo tengáis vosotros. Me habéis pedido ayuda, y pienso otorgarla. Esos son mis principios y es de la manera en que quiero vivir. Si muero, sea intentando hacer el bien”
-          Pronto lo dije. Necia. Necia…- se dijo entre dientes.
“El clérigo confió aún más en mí. Cuando me dijo cuántos trozos teníamos ya, no sé si eran tres o cuatro, le dije que como arrasaran el templo y estuvieran allí guardados, o se cargasen a quien los tenía todos, íbamos a tener un problema… Y le dije que me ofrecía a llevar uno. Me lo dio, y me dijo que estaba confiando mucho en mí. Le dije que no se preocupara. No debió haberlo hecho”
-          No debió haberlo hecho…- murmuró para sí mientras se le llenaban los ojos de lágrimas.
Sus trazos se volvieron rápidos y angustiosos.
“Estaba de nuevo con Rilka cuando sucedió, en el bosque. Anna había venido con nosotras. Andábamos buscando alguna pista de dónde podía estar el último pedazo de vara, y al no encontrar nada, me dispuse a pedir ayuda a mi dios. Oghma, dios del conocimiento, en ocasiones revela a sus siervos lo que necesitan saber… Estaba empezando… a relajarme y concentrarme cuando oí que Rilka decía que se acercaba gente…”
Paró. No podía… No podía ponerlo por escrito. La sorpresa de abrir los ojos y ver a todas aquellas criaturas de la oscuridad: drows, no-muertos, un chamán de ojos inyectados en sangre; todos frente a ellas tres, con aire del depredador que sabe que su presa ha sido acorralada. El miedo que había sentido darse cuenta de que iban a morir allí si no echaba a correr por sorpresa. La pesada certeza de saber que quizá Rilka seguiría su ejemplo… pero no la pequeña Anna, que no sabría qué estaría pasando. Su incapacidad para dejar a la niña sola. La confusión sobre qué hacer cuando le pidieron que entregase el pedazo de vara. Su desesperación al ver que iban a atacar a Rilka.
La horrenda sorpresa de notar su cuello siendo rebanado.
La vida escapando de ella. Su torso, empezando a ser devorado.
Sollozando, se aferró a su jarra como un náufrago a los restos destrozados de su barco hundido. Liliana no era una guerrera. No era una paladina sin miedo, nadie acostumbrado a la muerte. Era una bardo, una bailarina que se quedaba en la taberna si aparecían cosas como monstruos o muertos vivientes. Y una cosa era la muerte en general… y otra, la suya.
Recordaba. Recordaba haber notado su alma vibrar ante palabras crueles y poderosas. Haber vuelto a abrir los ojos, y no ser dueña de ellos. Cómo manos manchadas con muchas sangres hurgaban en su torso. La rabia, la ira, el odio, el ansia de sangre habían empezado a arder dentro de ella, impulsando cada uno de sus pasos desde que volviese a alzarse a un mundo ahora gris y destrozado.
Había vuelto a la… ¿no vida? Y lo recordaba. Aún tras una semana tenía pesadillas con aquella… sucia y angustiosa sensación. La habían reanimado como muerto viviente, pensó con repugnancia. Había visto a un tipo con sus órganos en las manos, llevándoselos a otra parte; pensó reteniendo una arcada.
-          ¿Estás bien, joven?- preguntó el tabernero acercándose.
Asintió intentando reponerse, limpiándose las lágrimas. No iba a seguir, no aquella noche. Tampoco quedaba demasiado digno de contar… su alma enfurecida se había vuelto contra los que habían sido sus aliados, sus amigos… para matarles. El clérigo cuyas entrañas hubiera arrancado con sus propias manos y desgarrado con los dientes la había devuelto a una vida verdadera, acabando primero con la oscuridad que había estado moviendo su cuerpo… para después resucitarla. Tembló al recordar la sensación de sus órganos regenerándose dentro de sí. Apretó los puños al recordar cómo había admitido, hundida por la culpa, que los muertos vivientes habían arrebatado de su cadáver el pedazo de bastón. Y cuando recordó el pánico que le había entrado tras darse cuenta de lo que le había ocurrido, cómo se había detenido nada más que a avisar al Theras, y cómo había huido a caballo de la ciudad sin avisar a nadie más; rompió a llorar.
Sabía que no habría podido hacer mucho más. Sabía que marcharse había sido lo único que había hecho que salvara el pellejo… Los rumores que venían de Riverhood hablaban de una gran matanza, de escasísimos supervivientes, de la destrucción del pueblo. No sabía si los amigos que había hecho habrían salido de allí. Le daba la impresión de que no. Parte de sí decía que había hecho bien poniendo pies en polvorosa. Había ayudado cuanto había podido hasta que había visto que la situación la superaba.
Pero si había vuelto a la vida, había sido gracias a aquella gente. Y aunque sabía de sobra que su presencia probablemente no habría podido cambiar lo ocurrido, parte de sí se sentía terriblemente mal por haberles dejado. Apenas se había despedido de ninguno. Ahora ya no tendría la oportunidad.
Les había abandonado. Sabía pelear, pero no había sido lo suficiente. Sabía curar, pero no había sido lo suficiente. Era valiente, para estándares bardos… pero no lo suficiente.
Había decidido que cantaría una oda a su intento de purificar la ciudad. Que siempre les recordaría. Y apuro su jarra para después enjugarse las lágrimas, sintiendo que no era suficiente, pero era un comienzo. Pero no aquella noche. Ya no podía más.
                Tomó su laúd y se puso a tocar entre lágrimas, hasta que se fue calmando. La música siempre le devolvía el equilibrio... Entre el mareo provocado por el llanto, la cerveza, el arrullo de la música… No supo cuándo empezó a cantar. Cerró los ojos, se dejó llevar, sintió que la música la envolvía como el abrazo de una madre. Hundida en la tristeza, se dejó llevar, se dejó envolver por la canción desconocida que empezó a brotar de su laúd y de sus labios.  






                Pensó en sus amigos. Quizá no hubieran sido transformados en no muertos. Quizá sus almas habían encontrado el camino de vuelta al mundo, de una u otra manera…



Do not stand at my grave and weep                               Si los dioses eran piadosos

I am not there, I do not sleep                                        Sus amigos habrían tenido una muerte digna
When you waken in the morning's hush                       
Habrían regresado a la tierra, al aire,
I am the swift uplifting rush                                        
al agua, como así debía ser. 

I am the thousand winds that blow                                Pensó en Alessandros, su risa en el viento 

I am the diamond glints on snow                                   En Anna, inocente y pura como la nieve
I am the sunlight on ripened grain                                 En Rilka, pequeño rayo de sol y alegría… 
I am the gente autumn rain                                           En Theras, recio como un árbol de otoño.

Do not stand at my grave and weep                               Parte de sí supo tuvo de pronto la certeza de que no.

I am not there I do not sleep                                          Sus compañeros no se habían vuelto como aquellas criaturas.
When you waken in the morning's                                 Alguien le susurraba que todo iba bien…
I am the swift uplifting rush                                          La certeza crecía y crecía en su corazón
                                       
I am a thousand winds that blow                                   
Alessandros seguía cantando, en algún sitio  
I am the diamond glints on snow                                    Casi podía ver a Anna riendo y corriendo

I am the sunlight on ripened grain                                  A Rilka, su pícara sonrisa, sus ojos brillantes 
I am the gentle autumn rain                                           La cariñosa mirada de Theras hacia alguien

Of gentle birds in circling flight                                     Alguien oteaba un horizonte desconocido
 I am the soft star that shines at night                             Otro yacía bajo un manto de estrellas
Oh do not stand at my grave and cry                              Sus ojos cerrados vieron claras escenas
I am not there, I did not die...                                         “No he muerto”, se oyó decir cantando…
                Como suspendida en un sueño, se dio cuenta de que toda la taberna se había girado hacia ella, en silencio… Pero que se oía mucho más que su laúd y su voz. A su alrededor, se dio cuenta de pronto, se oían más instrumentos, más voces que salían de todas partes y de ninguna. Y de todo ello se dio cuenta de forma distante, pues la música la tenía atrapada en su hechizo, y no paró de cantar.  



I am a thousand winds that blow                                     Y vio a Alessandros, su capa ondeando en el viento
I am the diamond glints on snow                                     Vio a Anna, lanzando un puñado de nieve al aire y riendo  
I am the sunlight on ripened grain                                   Vio a Rilka, sonriendo al sentir el sol de una nueva mañana
I am the gentle autumn rain                                           
A Theras, tomando la mano de la pequeña niña

I am a thousand winds that blow                                     Y supo que sus amigos no habían muerto.
I am the diamond glints on snow                                     Supo que Theras estaba cuidando de Anna 
I am the sunlight on ripened grain                                   Que Rilka y Alessandros viajaban separados al mismo lugar
I am the gentle autumn rain…                                        
Que todos estaban sanos y salvos

Do not stand at my grave and weep                                 Y supo que Oghma, dios de los bardos,
I am not there, I do not sleep…                                        Había usado su propia voz para hablarle.

La canción terminó, y la taberna quedó en silencio. Liliana se notó jadear, tenía pinchazos en las manos que habían acariciado las cuerdas de su laúd, sentía la magia terminar de fluir a través de ella. Alzó la vista hacia arriba, bloqueada, impresionada… Su tristeza había llamado a su dios. La música y la bebida la habían hecho receptiva a su llamada…
Sus amigos no habían muerto, pensó. Y sonrió.  
Se levantó lentamente, dejó oro en la barra y salió de la taberna que seguía en silencio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario