Frases Aleatorias

Terra Incognita, El Precio de la Libertad. Epílogo.

  Otra escenita postpartida de un rol en vivo. Kilika de la Zarza parte al lejano reino de Draconis atravesando las tierras de la oscuridad... Con muchas posibilidades de no llegar a su destino, de que en su destino no encuentren más que engaños, o que muera en el camino de vuelta. Un recuerdo le hace mantener las fuerzas.   


  Se sentía como suspendida en un sueño. El dolor y el cansancio habían pasado a tal nivel que notaba su propio cuerpo de forma vaga, distante. Pero tenía que seguir. Sin mirar atrás, sabía que sus hombres aún la seguían. Ella los había llamado, así que ella tenía que guiarles...
  Tenía que ser su fuerza…
  Tenía...
 
-          Llegas tarde- dijo severamente.
  El chaval que había frente a ella le mantuvo la mirada, algo que no todos los reclutas hacían. Ambos, de pie uno frente a otro, en los campos de entrenamiento de la Hermandad de los Capas de Zarza. Él, tan joven… 
-          Como siempre…- añadió Kilika.
-          Lo siento, maestra- dijo gravemente, pero no ablandó su semblante.
-          No me vale que me digas que lo sientes. No si va a seguir pasando. ¡Haz algo al respecto!
-          Sí, maestra.  
“Mañana será igual”, pensó mientras le veía unirse a sus compañeros.
  Meneó la cabeza. Garec tenía muchas cosas buenas: era tenaz, entrenaba duro, y nunca daba la espalda a un compañero… pero la puntualidad no era una de sus virtudes.
  Observó y vigiló a sus “pequeños polluelos”, como los llamaba cuando quería proporcionarles una pequeña humillación; mientras realizaban el ejercicio de grupo. Defensa y ataque de la bandera, un equipo de cinco contra otro. Aquello los enseñaba a defender un punto estratégico, como una puerta o una escalera; y los obligaba a trabajar en equipo.
  Algunos no eran capaces de luchar junto a sus propios compañeros de armas. Se robaban los contrincantes, los abandonaban, se escondían tras ellos. Allí había muchos niños que sabían manejar una espada, pero no cómo pelear. Otros, sin embargo, eran capaces de adaptarse al ritmo de sus rivales; y mejor aún, al de sus compañeros. Podían luchar espalda contra espalda sin estorbarse ni separarse. Podían parar un golpe destinado a un amigo y continuar con su propia pelea.
  Garec era uno de ellos. Su grupo estaba luchando bravamente, pero iban perdiendo. Kilika los observó mientras dos de ellos eran derrotados, otro había sido eliminado ya. Garec combatía enfrentándose a dos enemigos, su aliado habiendo perdido su arma. Luchando con bravura, rugiendo de furia y con fuego en los ojos; se protegía a sí mismo al tiempo que cubría también a su único compañero restante… a pesar de estar prácticamente perdida ya la batalla. Resistía.
  Y estaba luchando de forma extraña, se dio cuenta.
-          ¡Parad!- ordenó inmediatamente.
  Los reclutas se detuvieron, mientras Garec no bajaba la espada. Al ver que los ataques no se reanudaban, bajó finalmente el arma esbozando una mueca de dolor. Se acercó a rápidos pasos hasta él, le echó un vistazo, y lo fulminó con la mirada.
  Se había lesionado durante la pelea. Se había dislocado un hombro en alguna caída durante la pelea, pero el muy bestia había decidido aguantar el dolor y no detener el entrenamiento.
-          Estás herido- recriminó- Deberías haber parado el combate.
-          Podía seguir- replicó él.
-          No es la primera vez, Garec. No puedo estar pendiente de cuidar de ti ya que tú no lo haces.
-          No pretendo…
-          Escúchame- le interrumpió severamente- No es grave, pero forzar el brazo podría haberte llevado a una herida mayor…
-          ¡Pues que así sea!- gritó él.
  Los reclutas observaron en silencio. Ella mantuvo sobre él una mirada que se fue enfriando paulatinamente. Seguía siendo su superior. Y en los ojos de él vio cómo la furia se apagaba un poco.
-          Lo siento- respondió él- Siento haber gritado. Pero no haber seguido peleando. ¡Mi compañero me necesitaba! Tenía que proteger la bandera. Cuando combatamos al enemigo, no puedo parar de pelear porque me duela el brazo. ¡Ni porque me lo corten! No puedo dejar que pasen de este punto. Ni dejar de proteger a mis hermanos…
  El fuego del interior de aquel muchacho impregnaba sus palabras, y atraía como magnéticamente a sus compañeros, que asentían con admiración. Ella misma sonrió de medio lado, antes de menear la cabeza.
-          Entiendo lo que quieres decir, Garec- respondió suavemente- Pero no se puede aprender todo a la vez. Ahora necesito que os centréis sólo en aprender a luchar en grupo; y sí, debes proteger a tus compañeros; pero es fundamental que no os lesionéis en el proceso. Con el entrenamiento de hoy, y el de mañana, y el de los meses venideros; estáis fortaleciendo vuestros cuerpos cada vez más. Cuando seáis aún más fuertes, os enseñaré a enfrentaros al dolor; te lo aseguro. Y vuestros cuerpos podrán soportarlo, y vuestra mente también. Pero ahora no es el momento. Si te lesionas ahora, puedes tener que dejar de entrenar durante meses. Puedes tener que dejar de usar la espada para siempre, dejar de pelear. ¿Es eso lo que quieres?
  El chico la miraba con el ceño fruncido. Claro que no quería dejar de pelear. Y si bien Garec era muy obstinado a la hora de cambiar su postura; atendía a razones si uno conseguía que se le escuchara. 
-          Cree en mí, Garec, como tu entrenadora. Creed todos. Voy a guiaros, voy a conseguir que deis lo mejor de vosotros. Para que un día sea vuestra espada la que proteja a los hijos de los reinos; vuestros pasos, los que nos guíen hacia la libertad…

-          ¿Kilika...?
  Sus ojos parpadearon y enfocaron de nuevo. Geros del Mar, un tipo capaz de ver a una elfa desconocida claramente triste y acercarse a darle conversación cuando la comitiva se detenía, estaba junto a ella. Su rostro, sucio del polvo del camino y cubierto también de cansancio, mostraba una expresión preocupada.
  Kilika se había parado. No sabía cuándo. Ni cuándo sus ojos habían dejado de ver el camino y se habían perdido en los recuerdos del pasado.
-       ¿Estás bien?
-        Sí.
-        Pareces... triste. 
-        No, sólo... estaba pensando en mis cosas.
  Su cuerpo le gritaba, le suplicaba clemencia… Pero volvió a echar a andar. 
  Un paso. Otro. Le ardían las piernas, los pies… La espalda era lo peor: su bolsa pesaba una tonelada, y sentía cómo le desgarraba los hombros por dentro. Los movió intentando aliviarlos, y los oyó crujir, pero la presión no disminuyó más que por un momento. Su cuerpo deseaba dejarse caer, pero no se lo permitió.
  Estaba siendo la marcha más dura de toda su larga vida. El ritmo que imponían los orcos al resto de la comitiva era prácticamente insoportable. Si bien por suerte comprendían que el resto de las razas se morían si no dormían, el ritmo era de lo más duro y estaban al límite de sus fuerzas.
  Kilika sabía que ante un ataque, sacarían fuerzas de la flaqueza. Pero no tanto ante un segundo ataque, o un tercero. Y reanudándose la guerra con la oscuridad… Pronto empezaría a haber muchas bajas.
  Y ella no cesaba de repetir mentalmente su mantra particular, que hacía arder en su pecho, y que impulsaba sus piernas en cada uno de sus pasos:
  Tenía que sobrevivir.
  Tenía que conseguir llegar a Draconis. Averiguar si eran de fiar, si realmente tenían la llama de esperanza que les había sido prometida. Tenía que aprender sus secretos. Tenía que regresar para enseñarlos de vuelta en su hogar. Y tenía que mantenerse con vida, y enviar mensajes a los reinos…
  …porque si no; el que había sido aquel chaval tan tardón y tan cafre, el que ahora era su jefe; aquel insufrible, cabezota… y adorable idiota, iba a hacer que lo mataran. Por burro.
“Si no recibo noticias tuyas en menos de tres meses, iré a buscarte. No sé cómo. Pero me las apañaré. Iré a buscarte”, le había dicho.
  Una vez más, al recordar esas palabras se le dibujó una estúpida sonrisita en los labios.
  Y de pronto tenía un poco más de fuerzas para continuar.



3 comentarios:

  1. Cuidado que eres cabezota, ¿eh? ;) Aún sabiendo que debería haber ido yo en tu lugar...

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    1. Te convenci asi que ahora te aguantas! XD Tu tienes que quedarte a liderar a la nueva Hermandad de la Zarza, tio. No se como explicartelo.
      Te das cuenta de que si muero yo, morimos los dos, verdad? Porque si dejan de llegar mensajes y sales tu solo de parranda, sin guia y sin un curtido grupo de 29 guerreros, orcos magos y elfos incluidos, a ti no creo que se te de mucho mejor que a mi... XD

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    2. Tio, deberiamos escribir la discusion. Aunque no creo que pudiera acordarme xD O poner por alguna parte la carta que escribi a Ehroër. O si quieres puedo poner por aqui lo que escribiste tu que tambien es muy bonito!

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